Después de dedicar 145 horas y tras venir de una experiencia cargada de hype, puedo afirmar que siento a Final Fantasy VII: Rebirth entre luces y sombras. Por un lado, es una obra impresionante con momentos de brillantez absoluta; por otro, ciertos detalles impiden que alcance el estatus de perfección.
El juego brilla con fuerza en aspectos como su historia (hasta su tramo final), gráficos espectaculares, un sistema de combate profundo y cinematográficas que te dejan sin aliento. Además, la conexión entre los personajes y su sistema de amistad, que afecta los ataques combinados, aportan una dimensión emocional que pocas obras logran alcanzar. Todo esto lo convierte en una experiencia inolvidable en muchos sentidos.
Sin embargo, no todo es perfecto. A medida que avanzas, la sensación de repetición en el mundo abierto y las debilidades en el desenlace de la historia principal empañan lo que podría haber sido una experiencia redonda.
Lo mejor del juego: Una obra que brilla en muchos aspectos
Uno de los grandes aciertos de Final Fantasy VII: Rebirth es su capacidad para mantenerte enganchado durante la mayor parte del tiempo. La historia principal está diseñada para emocionar y sorprender, mientras que muchas misiones secundarias aportan profundidad y valor narrativo. Especial mención merecen las relacionadas con las protomaterias y el juego de cartas, que destacan por su creatividad y desafío.
El sistema de combate, aunque al principio pueda resultar abrumador, es espectacular. Dominarlo se convierte en una experiencia gratificante que añade dinamismo y emoción a cada enfrentamiento. Junto a esto, los gráficos y las cinematográficas no solo cumplen, sino que elevan la narrativa a un nivel cinematográfico. Si te gustan los «pelijuegos», este título es un 10/10.
Por último, los personajes son simplemente inmejorables. Las relaciones entre ellos, el desarrollo de su personalidad y la forma en que trabajan en equipo hacen que cada interacción sea memorable.
Los puntos débiles: Un mundo abierto limitado y un desenlace problemático
A pesar de su grandeza, el juego tiene defectos que no pueden pasarse por alto. El mundo abierto, aunque impactante al principio, pierde frescura rápidamente. Cada región ofrece actividades similares, lo que da una sensación de repetición que puede volverse tediosa.
Los minijuegos también son irregulares. Aunque algunos, como el juego de cartas, son muy destacables, la mayoría son simples y no invitan a profundizar demasiado en ellos. Esto le resta variedad a una experiencia que, en un principio, prometía ser más rica.
Y luego está la parte final de la historia, que es el mayor punto débil del juego. Sin entrar en spoilers todavía, el cierre no logra dar las respuestas esperadas ni ofrece un desenlace satisfactorio.
Spoilers: Los momentos clave de Final Fantasy VII: Rebirth entre luces y sombras
La misión final de las protomaterias
Uno de los momentos más emocionantes del juego es la misión final de las protomaterias. Conectar la búsqueda del tesoro pirata con el soldado legendario y enfrentarte a invocaciones en combates de dos en dos es, simplemente, épico. La dificultad y la creatividad de esta misión la convierten en uno de los puntos álgidos de la experiencia.
El juego de cartas: Una sorpresa memorable
El minijuego de cartas es una joya inesperada. Enfrentarme a la Reina Roja en la partida final fue emocionante, especialmente por la estrategia que utilicé para abrirme paso por el tablero como si fuera una batalla. Este nivel de detalle y desafío es algo que el resto de los minijuegos no logró alcanzar, lo que hace que destaque aún más.
El final del juego: Una decepción
Aquí llega el mayor problema de Final Fantasy VII: Rebirth. El desenlace se siente demasiado confuso y cargado de giros que enredan la trama innecesariamente. No se resuelven cuestiones clave, como el destino de Aeris, y no se profundiza en la verdad sobre Zack y Cloud, algo que parecía fundamental tras lo planteado en el inicio.
Es frustrante que el juego no explique ciertos momentos cruciales, como por qué Tifa no recuerda haber visto a Cloud en el reactor o cómo Zack encaja realmente en la historia. Esta falta de claridad hace que el final pierda impacto emocional y deje al jugador con más preguntas que respuestas.
Conclusión: Una experiencia increíble con altibajos
Final Fantasy VII: Rebirth entre luces y sombras es un juego que merece ser jugado por su capacidad de emocionar, su sistema de combate y la conexión que logra con sus personajes. Sin embargo, los problemas en su mundo abierto y, sobre todo, en su desenlace, le impiden ser el título redondo que muchos esperábamos.
Aunque supera a su predecesor en muchos aspectos, el final no logra generar el mismo impacto emocional que el remake. Y aunque muchos lo consideran uno de los contendientes al GOTY, para mí no es el indiscutible ganador que podría haber sido.
Dicho esto, sigue siendo una obra espectacular que recomiendo a los fans de la saga y a quienes buscan una experiencia épica, aunque con sus luces y sombras bien definidas.